AÑOS DESPUÉS DE PARIR ME CONVERTÍ EN MADRE

Llego la hora de tener un adolescente en casa, la marea se pone revuelta, a veces las olas pueden llegar a medir metros de altura y el viento sopla helado.
Es entonces cuando sale a relucir el "trabajo" que como padres hemos ido haciendo con nuestros hijos desde que nacieron  partiendo de la base de que nadie es perfecto ni nace sabiendo, empezaremos a ver con más claridad donde nuestra actuación no ha sido la más acertada..........pero ahora la cosa se pone más difícil  ya no es aquel bebe el cual dependía de nosotros para todo, ahora le ha tocado empezar a ser independiente y el/ella va a luchar con uñas y dientes por serlo, y nuestra misión es dejarlos.
Me pareció muy interesante este relato que encontré en un libro que forma parte de mi biblioteca personal y que se llama Ámame para que me pueda ir, nos plantea el tema de la SOBREPROTECCIÓN, y si tenéis la paciencia de quedaros un rato leyendo, creo que la mayoría de nosotr@s nos veremos reflejados en el padre que aparece en el.

En el corazón de Alberto reinaba la alegría  De él brotaban sentimientos de amor a raudales. Un buen día fue a pasear por el bosque. Notaba que necesitaba el contacto con la naturaleza puesto que desde el nacimiento de su bebé, todo lo veía hermoso y la simple caída de una hoja le parecía un acorde de música. Así que empezó a caminar plácidamente  disfrutando de la humedad del paraje, del canto de los pájaros y la belleza de los colores del bosque.


De repente vio posada en una rama a un águila de bello plumaje. El águila también había tenido la alegría de recibir a sus polluelos y tenia como objetivo llegar hasta el rió cercano, capturar un pez y llevarlo a su nido como alimento. Era una responsabilidad muy grande criar y enseñar a sus aguiluchos a enfrentar los retos de la vida.

El águila notó la presencia de Alberto, lo miro fijamente y le pregunto:

- ¿ Adonde te diriges, buen hombre? Veo en tus ojos la alegría.
Alberto le contesto.
- Es que ha nacido mi hijo y he venido al bosque a disfrutar de la naturaleza. Aun así  me siento un poco confuso. - ¿Por que? - dijo el águila. ¿ Que piensas hacer con tu hijo?
- Ah, pues desde ahora lo voy a cuidar siempre, le daré de comer y no permitiré que pase  frió. Me encargare de que tenga todo lo que necesite y lo protegeré de las inclemencias del tiempo, lo defenderé de todos los enemigos que pueda tener y no permitiré que pase por situaciones difíciles  Para esto estoy yo aquí  para que el lo tenga mas fácil que yo, para que la vida no le dañe. Yo, como padre suyo que soy, seré fuerte como un oso y con la potencia de mis brazos lo rodeare, lo abrazare y nunca dejare que nada ni nadie lo perturbe.

El águila no salia de su asombro, lo escuchaba atónita y no daba crédito a lo que había oído. Entonces, respirando muy hondo y sacudiendo su enorme plumaje, lo miro fijamente y dijo:

- Escúchame bien, buen hombre. Cuando recibí el mandato de la naturaleza para empollar a mis hijos, también recibí el mandato de construir mi nido, un nido confortable, seguro, a buen resguardo de los depredadores, pero en el también he puesto ramas con muchas espinas. ¿ Y sabes por que?, porque aun cando estas espinas están cubiertas por plumas, algún día, cuando mis polluelos hayan emplumado y sean fuertes para volar, haré desaparecer todo este confort, y ellos ya no podrán habitar sobre las espinas. Esto les obligara a construir su propio nido. Todo el valle sera para ellos, siempre y cuando aspiren y se esfuercen en conquistarlo, todas sus montañas, sus ríos llenos de peces y sus praderas llenas de conejos.

El hombre escuchaba las palabras del águila con atención. Esta continuo:

- Si yo los abrazara como un oso, reprimiría sus aspiraciones y deseos de ser ellos mismos, destruiría irremisiblemente su individualidad y se convertirían en individuos indolentes, sin animo para luchar ni alegría de vivir. Y tarde o temprano, lloraría mi error, puesto que ver a mis aguiluchos convertidos en ridículos representantes de su especie me llenaría de remordimiento y vergüenza. Seria responsable de no haberlos enseñado a ser águilas libres.

- Tienes razón, no me lo había planteado así - dijo Alberto.


Ambos se despidieron y Alberto, reconfortado y a la vez inquieto, siguió caminando pensando solo en llegar a casa y abrazar a su bebe. Pero, eso si, sin ahogarlo y dejandole la libertad de mover sus brazos y pies. 

- Ningún abrazo de osos hiperprotector - se dijo - solo abrazos de cariño y amor que liberen y no impidan su crecimiento.

Creo que esta claro que tenemos que enseñarles a vivir en todo tipo de paisajes y climas emocionales, no podemos contentarnos con mostrarles solo la parte fácil  cómoda y agradable de la vida.


Charo.

1 comentario:

  1. Que gran ejemplo...es cierto que a veces sobreprotegemos demasiado a nuestros hijos, por el miedo a que no sufran, sin darnos cuenta que tienen y deben de cometer sus propios errores, no hacer que repitan los que ya cometimos nosotras, puesto que a veces no somos el mejor ejemplo a seguir aunque lo creamos, puesto que de nuestras actitudes aprenden ellos. Como siempre digo, la labor de ser madre es la más complicada, no es una ciencia exacta y no existe un manual de instrucciones donde nos diga como hacerlo todo lo bien que nos gustaría.
    En fin, como siempre digo..."Que empiece por mí" ya que de ellos corre de su cuenta alzar el vuelo en el futuro y que cada uno alcance la meta que se proponga.

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